viernes, 22 de noviembre de 2013

HA MUERTO JOSE LUÍS GARCIA-FALCES. EN 1936 QUEMO EL ARCHIVO DE ELA Y SE ESTIMA QUE PUDO SALVAR LA IDENTIDAD DE 4000 AFILIADOS NAVARROS

Ha muerto Jose Luis Garcia Falces quien en 1936 impidio que los fascistas se hiciesen con el archivo de los afiliados de ELA
http://sareantifaxista.blogspot.com/2013/11/ha-muerto-jose-luis-garcia-falces-quien.html

José Luis García-Falces, aquel chaval que quemó el archivo de ELA en 1936 para que no callera en manos del enemigo fascista“Yo no tengo más mérito que ser hijo de mi padre”. Fue la primera frase que José Luis García-Falces pronunció en el centenario del sindicato ELA, celebrado en noviembre de 2011 en Iruñea. Son palabras que demuestran una humildad y un agradecimiento infinitos, propios de una persona honesta, sencilla y comprometida en la lucha por mejorar el mundo que le ha tocado vivir. El pasado 20 de noviembre, con 93 años cumplidos, descansó en esa tarea, en la que había seguido los pasos de su padre. 

Efectivamente, Nicolás García-Falces Viscarret había nacido en 1891, vivía en la calle Navarrería, número 19, y por lo tanto era vecino del pintor Javier Ciga. Fue presidente de la Agrupación de Banca de ELA y, después, presidente del sindicato en Navarra. También trabajó en el Hospital Psiquiátrico y de allí pasó al Hospital de Navarra. Su mujer provenía de una familia carlista, y tuvo cuatro hijos y cuatro hijas. Uno de ellos era José Luis García-Falces. Precisamente él fue encargado por su padre para rescatar los archivos de ELA a las pocas horas de la sublevación militar de Mola, en julio de 1936. El joven, entonces con 16 años, acudió al local de ELA en la calle Mayor y a escondidas logró llevar el archivo a su padre Nicolás, que lo quemó inmediatamente para salvar la identidad de todos los afiliados (probablemente más de 4.000). 
El propio José Luis recordaba casi 80 años después la atmósfera de terror que gobernaba Pamplona en aquellos días. “Temíamos mucho por nuestro padre, porque por esas calles andaban Jaime del Burgo y sus partidarios haciendo de las suyas". El propio José Luis fue movilizado por los requetés (“mis hermanos y yo protegíamos así a mi padre de posibles represalias”) para combatir en la Guerra Civil, primero en el frente guipuzcoano (“todos mis tiros fueron al suelo; puedo decir con orgullo que no maté a nadie"), y luego en Cuenca y Guadalajara. Ese alistamiento sirvió para proteger a su padre, que de todas formas ya no recuperó la militancia sindical después de la guerra hasta que falleció en 1959. 

José Luis, que tras diversas peripecias sobrevivió a la guerra (fue alistado con solo 16 años), se casó en 1942 con la corellana Asunción Garijo Escribano. La conoció en Pamplona durante un permiso, cuando ella le contó que sus dos hermanos habían muerto fusilados por los golpistas (Justo Garijo Escribano fue asesinado el 15 agosto de 1936 en Milagro, a los 15 años de edad; y Jesús Garijo Escribano corrió la misma suerte el 12 de noviembre en las Bardenas, con 30 años). Su padre Faustino falleció en la cárcel y a ella misma le habían rapado el pelo. 

José Luis García-Falces, por su parte, recuperó la militancia clandestina contra el franquismo y, entre otras muchas cosas, fue presidente de la Sociedad de Amigos del País (a partir de 1969 y durante varias fases) y como tal, miembro del equipo fundador de varias ikastolas. García-Falces trabajó de viajante de comercio, y en uno de sus trayectos aprovechó para pasar al otro lado de la muga a un refugiado político. En el alto de Belate tuvo que recoger a dos pintorescos y peligrosos autoestopistas: una pareja de la Guardia Civil. Su airosa conversación de viajante entretuvo a los uniformados hasta el cuartel de Oronotz-Mugairi, donde se apearon, sin que el refugiado, “blanco como el papel”, se atreviera ni siquiera a “abrir la boca”. 

En todo caso, García-Falces nunca ha abandonado su compromiso político, y participó con entusiasmo en el centenario del sindicato ELA, donde se homenajeó a su padre Nicolás. Esa mañana, José Luis, animoso como siempre pese a sus 91 años, tomó la villavesa en Navas de Tolosa (vivió casi toda la vida en la calle Ciudadela) y apareció en el Auditorio de Barañáin con el orgullo de representar a su padre y con ese porte elegante que le caracterizaba. “Fíjate qué corbata he traído”, decía con esos ojos vivarachos, como de niño travieso, que le acompañaron hasta el final. “Toda llena de lauburus”. Solidario vasco hasta el final.

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