El pasado jueves hubo pleno en el Parlamento de Navarra. Se aprobó la ley que reconoce a las víctimas de Franco. Ya era hora. Su aprobación provocó el aplauso y el grito contenido. El grito contenido y reprimido durante muchos años. Demasiados.
A continuación se debatió la ley que pretendía recuperar la Renta Básica en Navarra. Su no aprobación provocó abucheos y el grito contenido; el grito contenido de vivir y presenciar tanta desesperación, de tantas personas. Las personas del abucheo fueron desalojadas, por falta de respeto institucional, dijeron.
¿Es respeto institucional compartir, aplaudir, una decisión del Parlamento y falta de respeto institucional no compartir, abuchear, otra? ¿Es que nos están pidiendo sumisión? Dejémoslo ahí.
El respeto no es algo que se otorga, es algo que se gana. Quizás algunas personas deberían preguntarse qué es respeto institucional, a qué se debe esa falta de respeto institucional.
Centrándonos en el mencionado pleno. El decir, como se dijo en el debate de la Renta Básica, que proponer una renta para las personas que lo necesiten y mientras lo necesiten es ayudar a mantener a las personas en la exclusión por tiempo indefinido, que la herramienta para salir de la exclusión es el empleo; el decir eso, hoy en día, con la que está cayendo ¿es eso ganarse el respeto, el respeto de la institución donde se dijo? Encima dicho por responsables de los mismos partidos que han provocado estas lluvias que hoy nos mojan.
¿Acaso es ganarse el respeto decir, como se dijo, que eso sería como dar un subsidio de por vida? Además dicho por personas que, al cesar en su tarea, les conceden cesantías, de por años o de por vida. Cesantías, por cierto muy superiores a los 645,30 euros al mes, 12 pagas al año, de esas que sirven para "profesionalizar la pobreza". Que también lo dicen.
Hubo también, antes del pleno, otros hechos respetuosos, menores, incluso jocosos, podría decirse comparado con la gravedad de lo anterior. La víspera del debate parlamentario, personas de la Plataforma en Defensa del Derecho a una Renta Básica fueron a la sede del PSN a entregarles una carta dirigida a su militancia; no les abrieron la puerta. La misma Plataforma se dirigió al presidente del Parlamento, solicitando invitaciones para acudir al pleno, las invitaciones fueron concedidas, previa entrega la víspera de una lista con nombres. En la misma puerta del Parlamento se negó la entrada a más de la mitad de estas personas, porque anteriormente habían sido expulsadas de otro pleno, porque habían faltado al respeto institucional. Nunca antes se les había comunicado que no podían acudir a un pleno. ¿Acaso es respetuoso, conociendo los nombres desde el día anterior, permitir que unas personas pidan permisos de trabajo, que se desplacen desde pueblos, sabiendo de antemano que no se les va a dejar entrar? Por cierto, se admiten disculpas.
Sí. Como ya se ha podido intuir, soy una de esas personas que ha faltado al respeto institucional. El jueves, día del pleno, fue un día contradictorio para mí. Me alegré de que se recuperase oficialmente el nombre y los nombres de las víctimas del dictador; de que las cunetas de las carreteras comiencen a dejar de tener muertos y de que los muertos comiencen a tener nombres.
Pero como he dicho, me resultó un día contradictorio, porque en ese mismo pleno, negando una renta básica a quien la necesita, se dejó a miles de personas en la cuneta, esta vez no de la carretera, sino de la dignidad. Personas que para nosotros y nosotras tienen nombre, aunque para otros y otras sean números; números en una estadística, en unos presupuestos o en un mercadeo.
Por todo eso hoy siento una rabia grande. Una rabia que me hace sentir eso, eso que dice el título de esta carta: desde el respeto institucional, idos a la porra.
JAVIER INDURAIN ESEVERRI
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