Desde 1988 hasta 2013, más de 19.000 personas han muertotratando de cruzar el mar Mediterráneo hacia las costas de Europa, aunque la cifra podría ser mucho mayor.
"Todavía pienso en los cadáveres que tirábamos por la borda. En aquellos compañeros. Pienso si no nos equivocamos con alguno, si estarían realmente muertos. No puedo quitarme esa idea”, recuerda Shami Taha, un joven sudanés en una céntrica plaza de La Valetta, capital del pequeño Estado de Malta.
Aquella noche, cuando escucharon el estruendo de un helicóptero, ya solo quedaban cuatro pasajeros con vida en la barcaza: un muchacho somalí, un argelino, un niño y el propio Shami. “Desesperados prendimos fuego a nuestras ropas para llamar la atención. Era peligroso, sobre la cubierta había petróleo”.La primera vez que Shami trató de cruzar el Mediterráneo “la Policía de Europa” los detectó y los devolvió inmediatamente a Libia. En la segunda intentona eran 33 pasajeros hacinados en un minúsculo bote. “Llevábamos agua y comida para tres días, pero perdimos el rumbo, fuimos a la deriva y a la novena jornada ya no teníamos nada que comer”. Por higiene y espacio, fueron arrojando a los fallecidos.
“En ese momento sólo esperaba que me llegase la muerte. Nada más”. Su relato no difiere mucho del de los supervivientes del naufragio que tuvo lugar el pasado jueves 3 de octubre frente a las costas de la isla italiana de Lampedusa, en el que también a la desesperada decidieron hacer fuego para llamar la atención, tras darse cuenta de que los barcos no les prestaban auxilio. Una decisión que precipitó y agravó el trágico destino de los viajeros, ya que el fuel con el que cargaban para la travesía, desparramado por la embarcación, comenzó a arder.
Shami y sus tres compañeros, en cambio, fueron rescatados y devueltos una vez más a Libia. Entonces, el general Gadafi firmaba acuerdos preferentes con Italia y Malta para hacerse cargo de todos los díscolos barcos que zarpaban ilegalmente desde sus costas. Shami y su amigo somalí se escabulleron de las autoridades libias con una intención firme: reunir una vez más el dinero suficiente para embarcarse de nuevo. El niño que les acompañaba en el bote murió al poco de llegar a Libia, en un hospital. Fue finalmente en 2004 y en su cuarta tentativa cuando Shami consiguió llegar a Europa.
“De aquel viaje solo sobrevivimos dos, pero lo volvería a intentar, es peligroso pero en el mar puedes nadar y dejarte morir. En el desierto no. Jamás volvería a cruzar el desierto, allí si las cosas salen mal, quieres morirte y no puedes. No sabes cómo”, dice con convicción. La voz de Shami es la de uno de los supervivientes de la fosa común más colosal del mundo, el mar Mediterráneo. En las aguas que separan Europa de África han fallecido en los últimos 25 años unas 19.000 personas. Pero estas estimaciones son absolutamente vagas e imprecisas. Son cifras facilitadas por observatorios independientes y las ONG, calculados al bulto, sumados gracias a las noticias que se publican en la prensa, los cadáveres recuperados en las playas o los testimonios de los supervivientes. Muchos naufragios tuvieron lugar lejos de tierra, de otros ni hubo testigos. De los fallecidos a menudo se desconoce su identidad.
En 2006, cuando las oleadas de migrantes eran incesantes en las costas de Canarias, las autoridades españolas hicieron una estimación de que si habían recuperado 600 cadáveres aquel año la cifra real de fallecidos podía ser diez veces mayor.
Egilea: Daniel Burgui

No hay comentarios:
Publicar un comentario