
Como no podía ser de otra manera, el golpe de estado fue planeado con la inestimable ayuda de los Estados Unidos, que veía como la "amenaza roja" extendía por territorio latinoamericano.
El comandante en jefe del ejército, el genocida general Augusto Pinochet asumió la dirección del complot, empezando una cruenta represión contra los adversarios políticos que dejaría miles de asesinados, desaparecidos, torrturados y exiliados.
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